Las voces se apagan

El domingo por la noche las únicas voces que se multiplicaban en Venezuela no tenían sonido, pero sí 140 caracteres por tuit. De ese modo, el líder opositor y gobernador de Miranda Henrique Capriles pudo divulgar un mensaje que había anunciado horas antes por Twitter.

Hasta hace poco las ruedas de prensa del adversario del presidente Nicolás Maduro se trasmitían en la cadena de televisión Globovisión, pero esa tribuna, que fue suya y de toda la oposición a lo largo de los 14 años que el líder bolivariano estuvo en el poder, ya no será hospitalaria con quienes se muestran críticos con el chavismo sin Chávez.

En el sonoro silencio de Twitter, Capriles fue explicando lo que ya se venía venir desde que se cerró la venta de Globovisión y se traspasó a tres empresarios que parecen estar dispuestos a tender puentes con el Gobierno de Maduro. Por lo pronto, se han comprometido a que el canal será «muy sensato» con las informaciones que emitan. Todo indica que la actual gerencia se aleja de los pocos espacios independientes que denuncian a un régimen tambaleante que acosa a la oposición.

Desde que Maduro ganó los comicios del pasado 14 de abril bajo la sombra de presuntas irregularidades que Capriles ha calificado de fraude electoral, su esfuerzo por perpetuar la revolución bolivariana se deshace por fisuras en el seno del chavismo. Hace tan solo una semana estalló el escándalo de un periodista del oficialismo, Mario Silva, cuando el diputado de la oposición Ismael García dio a conocer una grabación que recoge una supuesta conversación entre el conocido presentador del programa televisivo La Hojilla y el teniente coronel de la contrainteligencia cubana Aramís Palacios. Del diálogo se desprenden las presuntas diferencias entre Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, así como las corruptelas y negocios del chavismo.

Tras la noticia del Silvagate, el presentador favorito del difunto Chávez ha desaparecido y se dice que está en Cuba, baluarte del legado chavista, desde donde el Gobierno de los hermanos Castro sigue de cerca las posibles guerras intestinas que podrían dinamitar la alianza con Maduro y poner en peligro el suministro de petróleo venezolano que la isla necesita para subsistir.

Mientras Silva se oculta y desde su guarida acusa a la oposición, a la CIA y, cómo no, al mismísimo Gobierno de Israel de haber montado una conspiración contra su persona, se dice que hay más de donde tirar del Silvagate. Se espera que en los próximos días García revele otras grabaciones comprometedoras, esta vez hablando sobre la enfermedad y agonía de Chávez, lo que podría aclarar el secreto de estado en que se convirtieron el origen y la naturaleza del cáncer que le diagnosticaron en el verano de 2011.

Es evidente que el experimento improvisado del madurismo, fraguado por su predecesor con la asesoría de los cubanos, no está dando los resultados previstos. Venezuela se hunde en el caos socioeconómico y, como pronosticó Capriles recientemente, el colapso del Gobierno puede precipitarse por la implosión de sus podridos cimientos, algo que queda patente en el audio que ha dado al traste con la fulgurante trayectoria del ex conductor de La Hojilla.

Lo preocupante es que a los actores del postchavismo les sobran las incómodas voces que señalan el desmoronamiento que se avecina. A la resistencia venezolana siempre le quedarán el dazibao virtual de Twitter y sus 140 caracteres.